Mártir
1. Persona que sufre o muere por defender su religión o sus ideales.
"tu fidelidad hubiera podido hacer de ti un mártir de Dios; el culto a los mártires está basado en la plegaria y en el recuerdo de su vida y de su martirio"
2. Persona que padece sufrimientos, injusticias o privaciones por alguien o por algo, especialmente si los padece con resignación.
Martirio
1. Muerte o sufrimientos que se padecen por creer en una doctrina y defenderla, especialmente si esta es religiosa.
Según el diccionario Ingles, Merriam Webster: “El mártir es una persona que voluntariamente padece la muerte como pena de haber sido testigo de y/o rehusado negar su religión.”
Según Wikipedia:
Un mártir (del griego «??????, -????», «testigo») es una persona que sufre persecución y muerte por defender una causa, usualmente religiosa, o por renunciar a abjurar de ella, con lo que da «testimonio» de su creencia en ella.
Según el
Catecismo de la Iglesia:
El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos, 4, 1). CCC#2472
No sé cuántos de ustedes hoy en día aspiran o buscan el martirio. Yo se que yo no. Y me impresiona mucho leer lo que algunos santos han escrito, como San Juan de Brebeuf:
"Durante dos años he sentido un continuo e intenso deseo del martirio y de sufrir todos los tormentos por que han pasado los mártires.”
"Mi Señor Jesús, yo hago voto solemne de no rechazar de mi parte la gracia del martirio si, en tu bondad infinita, un día cualquiera me la llegaras a conceder a mí, tu indigno servidor... Y en consecuencia, Jesús mío, yo te ofrezco alegremente desde hoy mi sangre, mi cuerpo y mi alma, de suerte que yo pueda morir sólo por Ti, si Tú me concedes esta gracia, Tú que te has dignado morir por mí. Hazme capaz de vivir de tal manera que Tú puedas finalmente otorgarme esta muerte".
Como ya sabemos, San Juan de Brebeuf murió una muerte horrible y salvaje. Es más, entre 1642 y 1649, ocho jesuitas fueron asesinados en Norteamérica después de ser brutalmente torturados por los Iroqueses.
Brebeuf fue asesinado el 16 de marzo, 1648, a unos kilómetros al norte de Toronto.
Esta semana, el 5o domingo de Cuaresma, el evangelio habla del grano de trigo que debe morir para poder dar fruto.
Así es que estoy pensando en el martirio.
Fue San Ignacio de Antioquia que, antes de su martirio escribió; “Soy el trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo.” San Ignacio fue asesinado por fieras salvajes en el Circo Máximo de Roma en el ao AD 108.
Quizás la verdadera razón por la cual estoy pensando en el martirio es porque acabo de regresar de El Salvador con mi colega, Sebastian Gomes y el equipo del documental
The Francis Impact (El Impacto Francisco). Fuimos para documentar la historia de la influencia de la Iglesia sobre la minería metálica en ese país centroamericano.
Es imposible estar en El Salvador y no pensar en el martirio.
El 12 de marzo de 1977, otro Jesuita, el P. Rutilio Grande, fue ametrallado mientras conducía hacia su pueblo natal de El Paisnal para una Misa Novenaria de San José. Un anciano de 72 años, Manuel Solorzano y un joven de 16, Nelson Lemus, quienes iban con el sacerdote, también fueron asesinados por unidades paramilitares del gobierno.
Memorial en el sitio donde el P. Rutilio Grande, SJ, fue asesinado.
Según Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador, el P. Grande fue asesinado porque respondió al llamado. “La única ideología que predicaba el P. Grande fue la ideología del Cristianismo: La del Reino. El anunciaba las Buenas Nuevas y denunciaba el pecado. Estuvo encarnado en la realidad del país y estuvo comprometido sacramentalmente” (de la carta pastoral titulada “Ustedes También Darán Testimonio Porque Han Estado Conmigo Desde El Principio”[Juan 15:27], publicada en 2017 en la ocasión del 40 aniversario de la muerte martirial del Siervo de Dios, el Padre Rutilio Grande y el Centenario del natalicio del Beato Monseñor Oscar Romero).
Dicen que el P. Grande siempre llevaba una hostia con él. El explicaba que era para que “por si cuando me maten, porque estoy amenazado, le pido al Señor que me de licencia para morir con ella en la boca.” [ibid.]
Su deseo no fue posible a la hora del martirio. Monseñor Escobar Alas dice, “No tomó el cuerpo de Cristo en ese instante; mas su cuerpo entero fue hostia consagrada en manos de Cristo. No cabe duda: Hombre eucarístico y sacramentalmente comprometido fue el P. Rutilio. Su vida llena de los frutos aquí expuestos, lo atestigua, tanto como su pasión y muerte martirial.”
Esa noche, hace 41 años, Monseñor Oscar Romero, en ese tiempo arzobispo de San Salvador, fue al Paisnal a penas se enteró de la muerte de su amigo. Mons. Romero ya estaba del lado de los pobres y oprimidos en el Salvador, pero fue esa noche que posiblemente lo llenó de coraje para tomar una postura firme en contra de los abusos que eran perpetuados en contra del Pueblo Salvadoreño.
Esa postura lo llevó a su propio martirio, el 24 de marzo de 1980. Mientras celebraba la misa de la tarde en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, donde vivía, un asesino, pagado por el gobierno, le disparó en el momento de la Oración sobre las Ofrendas.
Capilla donde Mons. Romero fue asesinado. El estaba parado detrás del altar justo antes de la preparacion del ofertorio.
Esa misa nunca terminó. Mons. Romero fue la ofrenda.
Al igual que el P. Grande y Mons. Romero, hay decenas de sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos comprometidos que fueron asesinados en la guerra civil salvadoreña. Igual que el P. Grande y Mons. Romero, muchos fueron asesinados por anunciar las Buenas Nuevas a los pobres y proclamar libertad a los cautivos. Fueron asesinados por querer darle la vista a los ciegos y por ayudar a liberar a los oprimidos. (Ver Lucas 4:18)
Es la misma razón por la que mataron a Jesús.
“En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna. Si alguien Me sirve, que Me siga; y donde Yo estoy, allí también estará Mi servidor.” (Juan 12:24)
¿Qué quiere decir ser mártir? Creo que quiere decir, entregarlo todo. No sé si estos hombres valientes, incluyendo a San Juan de Brebeuf, querían morir. Nadie quiere morir. Nadie quiere sufrir. Nadie nos está pidiendo que vayamos a buscar sufrimiento. Pero sí se nos pide que entreguemos nuestras vidas a Cristo, que carguemos con nuestras cruces y lo sigamos. Es más, Monseñor Romero en más de una ocasión le decía a sus allegados que tenía miedo. Pero no daba ni un paso atrás. Hacía lo que tenía que hacer porque estaba sacramentalmente comprometido. Tenía que seguir a Jesús.
Y cuando seguimos a Jesús, nos lleva a la Cruz.
Mural en un parque del pueblo El Paisnal conmemorando a Mons. Romero y al P. Rutilio Grande, SJ.
Deacon Pedro es Pedro Guevara-Mann, diácono permanente para la Arquidiócesis de Toronto. Trabaja como productor para Salt + Light Television desde el 2003. Pueden seguirlo @deaconpedrogm.